Mburucuyá indaga en el acervo de la música de tradición folclórica argentina en busca de nuevos sentidos, incorporando elementos de la electrónica y el dub. A las colaboraciones de Graciela Borges, Verónica Condomí, Ramón Ayala, Hernán Albornoz y Nuria Martínez, se suman las citas de José Santos Chocano / Atahualpa Yupanqui, Leda Valladares / León Gieco y más pistas escondidas en el monte. Un recorrido cinemático por la diversidad de una herencia musical, la certeza de la soledad en la inmensidad del paisaje y las formas del poder.
La voz guaraní, con su natural encantamiento, es el primer sonido-imagen de este lanzamiento. Mburucuyá es el fruto del encuentro musical que protagonizan el productor Nicolás Pfeifer, el guitarrista y compositor Gustavo Semmartín y el DJ y productor electrónico Ezequiel Lodeiro. Un particular trío conformado por voluntades que provienen de diferentes disciplinas.
Mburucuyá crea un propio tiempo-espacio que se despliega en una geografía vasta en la que varios estilos de tradición folclórica argentina trascienden en el lenguaje de la electrónica y el espíritu del dub. El transcurrir de los tracks propone a la vez un viaje en el que se suceden una serie de paisajes mayormente solitarios, con paradas mansas para la contemplación, y otras más luminosas, donde hombres y mujeres se ponen de pie. Mburucuyá es, por supuesto, litoral, pero a la vez también es horizonte y pampa ilimitada, es tan precordillera como altiplano, y zonas desérticas que se transforman en la selva. Aparecen así la milonga, el carnavalito, el huayno, la zamba, la galopa. El paisaje urbano está también presente entre los elementos constitutivos, ambiente cotidiano de la vida de los artistas, y se expresa en las trazas de trip hop, dub, house, down tempo.
El campo sonoro, material, se completa con un campo simbólico, donde aparecen los guiños, los cruces de caminos. El recorrido conceptual delineado por Nicolás Pfeifer construye su poética a partir del diálogo entre la soledad y las formas del poder. Y desde ese lugar, medra la enredadera del imaginario Mburucuyá, la pasionaria: planta, leyenda y símbolo. Según la leyenda, es la especie vegetal que se origina en la tumba de dos amantes desdichados, la hija de un capitán español y un cacique guaraní en los años de la colonia en el sur de América. Mburucuyá, símbolo de la Pasión de Cristo a los ojos de los españoles que, en el tiempo de la conquista, en esa flor y fruto veían representados clavos, espinas, coronas y otros atributos del mito cristiano. Soledad y poder confluyen también en la capa intertextual, donde hallan su lugar las las citas y pistas sonoras. «Pampa, no era ese tu nombre»… «Miro la serpiente de la carretera que en cada montaña da vueltas a un nudo»…
La arquitectura del sonido encuentra en las percusiones el encolumnado rítmico, compuestas en su gran mayoría por samples elementales, mínimos, extraídos por Ezequiel Lodeiro, con infinita paciencia, de una cantidad innumerable de LPs originales en vinilo. Esta característica técnica, casi artesanal, es el basamento del sonido orgánico que ofrece el álbum, un campo sonoro más bien acústico enriquecido por los elementos electrónicos y consolidado por la guitarra omnipresente, ejecutada con maestría por Gustavo Semmartín, que funciona como un elemento aglutinante que guía al viajero que se interne en los senderos de Mburucuyá.
Se luce la voz icónica de Graciela Borges en «Camino», recitando un fragmento del poema de José Santos Chocano que fuera grabado otrora por Atahualpa Yupanqui («Nostalgia»). El canto de Verónica Condomí brilla en la interpretación de «Las hojas tienen mudanza», un rescate notable de Leda Valladares y León Gieco, con la participación de Hernán Albornoz. En «Galopa» aparece la voz del incomparable Ramón Ayala, recitando un fragmento del poema «El mensú». En la combinación de todos estos elementos se pueden intuir las largas horas de estudio que llevó este trabajo y se devela el amor al espíritu del dub que los tres artistas profesan. El arte de tapa de José González.