Sobre el deseo añoso de montar esta pieza, por Rafaela Gamba Mariquita Sánchez de nadie es la culminación de un proceso en el que vengo trabajando desde el año 2013. Todo comenzó cuando cursaba la Licenciatura en Teatro (Universidad Nacional de Córdoba). En una Feria del Libro Independiente y Autogestiva (FLIA) me llamó la atención el libro “Pollera Pantalón, cuentos de género” de Paula Jiménez España (ed. La mariposa y la Iguana, 2012). Allí, la autora toma a diferentes mujeres icónicas de la cultura universal para construir un universo ficcional maravilloso, con el fin de hacerlas vivir una historia distinta que las reivindique en su valía. La trama describe una situación que yo misma había atravesado: la atracción por alguien del mismo género; todo un dilema interno en el marco de una sociedad heteropatriarcal como la nuestra. La misma revolución, junto con sus diversas sensaciones físicas, le sucedía también a esta mujer emblema de nuestra historia nacional. Me sentí magnéticamente inspirada y pensé: este cuento debería de convertirse en una pieza teatral. Había en mí, tanto como en la Mariquita del cuento, una necesidad de decir. En el año 2015, me mudo a Capital Federal. Viajaba a Córdoba para dar los exámenes de la Licenciatura y regresaba. Así preparé “Mariquita, la revolución empieza por casa”, la primera presentación que hice a público de este material en versión teatral, para rendir una materia actoral troncal de la carrera. En dos funciones colmadas confirmé que lo que tenía entre manos era potente y conmovedor. Me planteé la posibilidad de trabajar con un elenco. Convoqué a un director y una actriz para el personaje de Lucía Thompson. Luego de un periodo de ensayos no pudimos continuar. No desistí, armé un nuevo elenco con otra directora. Luego de trabajar por meses, el proyecto se truncó. Allí hubo un quiebre importante para mí. Todo indicaba que debía abandonar la gesta. Estaba angustiada y desmotivada. En el interín, se acercaba la hora de encarar mi tesis, y con ello una nueva oportunidad de regresar con este unipersonal. Hice de ese proceso en solitario, mi trabajo de investigación de grado. “Soltera pero no sola. Potencialidades del trabajo unipersonal” fue el título, camino que comencé previo a la pandemia y que culminó en pleno confinamiento por COVID- 19. Trabajé, ensayé, leí, estudié y escribí sobre cómo Mariquita se iba convirtiendo en unipersonal en el que yo me dirigía a mí misma. En medio de dicho proceso, conozco a Ariel Haal. En ese momento él estaba actuando en “Bacacay, un crimen premeditado” del querido Adrián Blanco. Me pareció un actor talentosísimo. Empezamos a frecuentarnos y supe que él además tenía un recorrido en cine, y yo necesitaba a alguien que me ayude a filmar la obra, porque, dado el confinamiento, la presentación de mi tesis sería a la distancia. Ariel acepta filmarla y allí la ve por primera vez. Mi tesis fue presentada y recibí un 10 como calificación. Y si bien yo había logrado un buen trabajo, la autodirección me limitaba a profundizar. Necesitaba, para que la obra crezca, alguien que la dirija. Así llegamos a esta versión de Mariquita Sánchez de nadie, con Ariel Haal, como director y mi compañero de vida. Ariel, con su mirada rigurosa de actor y director, detallista y creativo logró madurar esta propuesta en un unipersonal dinámico, rítmico y desafiante para una sola actriz. Me impulsó a trabajar los caracteres de los cuatro personajes en un intenso y profundo proceso de búsqueda del que estamos orgullosos, con una puesta cuidada y efectiva. |