El próximo viernes 7 de julio llega Así, así, acá, acá, la obra escrita y dirigida por Valentino Grizutti, artista de tan solo 22 años, en el teatro El Extranjero (Valentín Gómez 3378, CABA).
A su corta edad Grizutti posee ya una extensa trayectoria como actor, director y dramaturgo. En esta ocasión presenta el segundo montaje de su Compañía Labrusca, integrada por un colectivo de jóvenes creadores escénicos que desarrollan un exhaustivo trabajo y reflexión sobre los modos de representación teatral. Con un elenco conformado por Juan Cottet, Miranda Di Lorenzo, Patricio Penna y Violeta Postolski, la obra postula a la aparición de la adolescencia como una etapa de actuación que nos prepara para tiempo después, actuar la vida.
Sinopsis: el baño inmundo de un colegio y sus paredes escritas parecieran ser como un búnker, aislado de todo. Un refugio donde cuatro jóvenes se descubren como parte de una trama de la que quieren escapar: sin saber muy bien qué dicen, repiten palabras que no les pertenecen en una sucesión de escenas obligadas, ineludibles, por las que deben pasar.
La única forma de poder vivir la adolescencia parece ser esa: actuando. Ante la imposibilidad de encontrar lo propio en lo ajeno, la solución para conocerse es ratearse, huir del lenguaje instituido y postular otro posible. En palabras de su autor-director, “las ficciones escritas en las paredes no tienen dueño. Son de todos: una propiedad intelectual popular, un lugar por fuera de todo, un foro de debate casi infinito.”
Así, así, acá, acá avanza sobre la poética de aquello escrito en las paredes: un trabajo topográfico sobre esas ficciones sin principio ni final inscriptas en un texto coloquialmente poético y verborrágico.
Valentino Grizutti comenta: “mientras cursaba mi último año de secundaria -esa etapa de discursos pre armados y rituales absurdos-, tuve la oportunidad de trabajar como actor en una tira prime time televisiva. El destino que el realismo le depara a todo actor adolescente es tautológico: representarse a sí mismo, representar -como en un espejo roto- lo que uno mismo se supone que representa, aunque eso no tenga nada que ver con uno. Una construcción arbitraria y oportunista. Y concluye: “la sensación inefable de sentirse repetido, como una figurita. La necesidad de tener que actuar la adolescencia para poder vivirla, una etapa sufrida que nos prepara para actuar la vida.”